¿Quién mató a las liebres de Mapimí?
Alberto González Romero
Red de Biología y Conservación de Vertebrados
En este trabajo trato de relatar un pasaje de la drástica disminución de población de la liebre de cola negra (Lepus californicus) en la Reserva de la Biósfera Mapimí
Palabras clave: enfermedad hemorrágica viral del conejo, liebres, Mapimí.
Tengo 27 años yendo a monitorear la fauna de la Reserva de la Biósfera Mapimí en el centro del Desierto Chihuahuense en el vértice que hacen los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila. Mi trabajo consiste en estudiar a los roedores, a los lagomorfos (liebres y conejos) y a los carnívoros en los dos principales tipos de vegetación del área: el matorral xerófilo y el pastizal, lo que hago dos veces al año, durante la época seca (marzo-abril) y después de las lluvias (octubre-noviembre).
En mis visitas a Mapimí generalmente hacemos entre dos y tres horas de camino para llegar al Laboratorio del Desierto (estación de campo perteneciente al Instituto de Ecología, A.C. de Xalapa, Veracruz), por una brecha que en ocasiones se vuelve en tres, cuatro y hasta siete caminos, ya que éstos son marcados por los residentes del área en tiempo de lluvias en las que es muy difícil transitar porque verdaderamente es un lodazal y buscando como no atascarse, los vehículos circulan por todas partes buscando y haciendo caminos nuevos.
Bueno, este viaje que puede llegar a ser una odisea, es alegrado por las liebres, ya que son uno de los mamíferos más abundantes en este desierto y como su actividad es nocturna, pues uno va viéndolas, mira ahí hay una, allá dos, no, son cuatro y así trascurre el viaje sorteando los caminos mejores y gozando de estos interesantes mamíferos y de otros residentes del desierto, uno o dos coyotes, alguna zorra o zorrillo, una ratita canguro o una lechuza o al tecolote, y si hay suerte, nos hemos topado con el gato monté y los venados. Ya una vez en el Laboratorio del Desierto, comenzamos con los protocolos para los diferentes grupos de mamíferos estudiados y toca el turno a los recorridos nocturnos para contar liebres. Este recorrido lo hacemos con una camioneta pick up recorriendo dos transectos de 16 km, uno en el matorral y otro en el pastizal, arriba en la góndola van tres personas que se encargan de encontrar a las liebres utilizando dos reflectores de 2,000,000 de candelas, mientras que la tercera tiene como encomienda correr y pararse en el sitio en que cada liebre es detectada, esta acción permite a uno de los pasajeros de la cabina medir la distancia perpendicular a la liebre, esto con la finalidad de utilizar los datos alimentando un algoritmo conocido como “Distance” que nos calcula las densidades de las liebres.
En promedio durante nuestros recorridos contamos entre 20 y 40 liebres por recorrido, en ocasiones hemos llegado a contar más de 100 animales, pero cual sería nuestra sorpresa que en 2019 contamos en total unas 150 liebres en el año, lo que no fue raro, lo raro fue que cerca del laboratorio se encontraron dos liebres recién muertas sin señales de haber sido depredadas. Un compañero veterinario de formación les realizó la necropsia y encontró que había señales de hemorragia en el tracto digestivo, otras dos más se encontraron en los alrededores, pero éstas sí comidas en parte y nos reportaron que en el Ejido La Flor, que se encuentra a la entrada de la Reserva, se habían encontrado varias liebres enteras muertas aparentemente de la misma forma que las del laboratorio. Cuando regresamos en el 2020, no vimos ni una sola liebre en el camino lo que nos llamó mucho la atención y el resultado del conteo nocturno fue alarmante ya que contamos menos de 50 liebres y para el muestreo de 2021 contamos solo 31 liebres y vimos unas pocas fuera de los recorridos, y en el muestreo de secas del 2022 solamente 23 animales, y muy pocas fuera de los transectos. La situación es alarmante porque en los 27 años de estar monitoreando esta especie nunca nos había pasado esto.
Sabemos que las poblaciones de liebre en Mapimí responden a las lluvias del año anterior y del año de muestreo, así de momento le echamos la culpa a la sequía que ha venido azotando al norte durante varios años, y tratando de encontrar por qué y el cómo, en búsqueda para entender lo que estábamos viviendo, nos enteramos que una pandemia estaba azotando a los conejos en el suroeste de Estados Unidos de Norte América y ya estaba en nuestro país, se trata de la enfermedad hemorrágica viral de los conejos que en otras ocasiones solamente había afectado a la producción de conejos domésticos, sin embargo, en esta ocasión la enfermedad se salió de control y los conejos y liebres silvestres tuvieron su pandemia, la cual se confirmó en abril de 2020. Dentro de los reportes en la literatura se encuentran varios sitios cercanos a la reserva por lo que concluimos que las liebres en Mapimí cayeron a niveles bajísimos por contraer esta infección y desde luego el clima les favoreció con un empujoncito. Nos han reportado que ya se ven con mayor frecuencia a las liebres de manera que esperamos que la población se recupere rápidamente en los años por venir. Este relato nos deja la moraleja de que hay que estar atentos a lo que pasa en el campo con nuestra fauna y quizás sea la hora de incluir en nuestro monitoreo una vigilancia sanitaria para detectar las enfermedades emergentes que puedan surgir en la fauna silvestre.
SLIDER: Macho adulto de liebre de cola negra (Lepus californicus), nótense las grandes orejas que no solamente le sirven para tener un oído muy fino, sino que le sirven para disipar el calor del desierto.