Las dunas de mezquite en Chihuahua

Guadalupe Amancio Rosas, Alexandro Medina Chena, Oscar Muñoz Jiménez, Daniel Aguirre Fey, Rafael Villegas Patraca

USPAE

Al norte de Chihuahua prospera un ecosistema de montículos de mezquites que forman islas de fertilidad benéficas para flora y fauna. 

En la zona fronteriza de Chihuahua y rodeando Ciudad Juárez por el sur y el oeste, se encuentra un ecosistema original y desconcertante para el visitante ocasional. A uno y otro lado de la carretera federal 45 y del libramiento Samalayuca-San Jerónimo, se extiende un mar de montículos verdes, solo interrumpido por algunas construcciones. Se trata de la “vegetación de suelos arenosos” como la nombra el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), caracterizada por la presencia de dunas de copa de mezquite.

Más de cerca, vemos que los montículos en realidad son arbustos semienterrados sólo con la copa visible, que aglomeran debajo y a su alrededor una gran cantidad de arena. En el espacio entre las dunas la vegetación es escasa o inexistente y el viento deja sólo piedras o material demasiado pesado. A estas formaciones se les llama “dunas de copa” o variaciones de la palabra Nebka o Nabka, término de origen árabe que significa “pequeña colina de arena”.

Es probable que este paisaje que se ha mantenido casi sin cambios por varias décadas no sea una vegetación primaria, sino el resultado no deseado del sobrepastoreo y la sequía sobre extensos pastizales originales. Al sur de Texas existe este tipo de vegetación y se sabe que hasta el siglo XIX fueron pastizales sobre pastoreados por los colonizadores, lo que cambió rápidamente su fisonomía. El sobrepastoreo, combinado con períodos de sequía, casi eliminaron la cobertura de pastos dejando a la arena libre para volar con el viento. Los arbustos de mezquite resistieron bien la sequía y siguieron creciendo, multiplicándose y atrapando arena entre sus ramas. 

Lo único que cambia en el paisaje son los elementos humanos construidos para el funcionamiento de la gran ciudad. Por ejemplo, la termoeléctrica para el abastecimiento de energía, el centro penitenciario CERESO (sobrepoblado por la alta actividad criminal que históricamente se ha presentado en esta ciudad), escuelas y universidades, los autódromos y hasta el cementerio de Cobalto 60, evidencia del atroz accidente nuclear ocurrido en 1983 en Juárez. 

Panorámica de las dunas de mezquite. Las rocas que cubren el suelo alrededor de la duna son evidencia de la erosión eólica del sistema. Fotografía: Alexandro Medina Chena

¿Cómo lograron los mezquites dominar y mantenerse en este paisaje de suelo móvil, pobre en nutrientes y árido, una vez que los pastos fueron casi erradicados? El mezquite está equipado con adaptaciones suficientes para sortear los problemas de anclaje y enterramiento, la pobreza nutritiva del suelo y la escasez de agua de lluvia.  

El mezquite (Prosopis glandulosa) es un arbusto que desarrolla una gran raíz primaria y una vasta red de raíces secundarias que le mantienen bien anclado al suelo. Crece velozmente y tiene zonas de crecimiento subterráneas que le permiten superar el enterramiento parcial por la arena depositada. Además, de sus ramas nacen raíces sobre el nivel del suelo (raíces adventicias), que le permiten mantenerse erguido. Si se presenta un incendio, o herbivoría excesiva cuando la planta es madura, esta puede rebrotar a partir de las raíces intactas bajo el suelo. Lo mismo ocurre cuando se le trata de controlar con herbicidas. 

El mezquite puede obtener agua superficial o subterránea por lo que se le clasifica como una freatófita facultativa. En eventos de sequía, el mezquite obtiene agua del subsuelo con su larga raíz principal que llega a medir más de 50 m. En época de lluvia, una extensa red de raíces superficiales toma la humedad de una porción grande del suelo alrededor de la planta, compitiendo con otras especies. Las semillas superan la sequía manteniéndose viables durante varios años y germinando en diversas condiciones de humedad. 

En el suelo del desierto, formado por gruesos granos de arena con poco limo y arcillas, no se retiene el agua y hay poca cantidad de nutrientes importantes como nitrógeno y carbono orgánico. Sin embargo, el mezquite atrapa y acumula entre sus raíces y ramas, partículas finas que retienen más humedad y tienen más nutrientes disponibles que la arena. Por otra parte, las raíces numerosas y extendidas de los mezquites (un mezquite puede tener bajo el suelo hasta cinco veces la biomasa que vemos en la superficie), están pobladas de bacterias que fijan el nitrógeno del aire y de micorrizas, hongos asociados a la raíz, que atrapan más nutrientes del suelo y lo dirigen al arbusto. Como resultado, se han encontrado mayores concentraciones de fósforo, carbono orgánico y hasta 10 veces más nitrógeno bajo un mezquite que en el suelo que lo rodea. 

De este modo, el mezquite forma “islas de fertilidad” de las que se benefician otras plantas, y en donde se alimenta y se refugia la fauna. En este ecosistema abundan mamíferos, aves y reptiles, así como insectos y otros artrópodos variados del Desierto Chihuahuense. Aunque poco utilizadas localmente, las semillas del mezquite son comestibles y con alto valor nutritivo y la miel producida a partir de este arbusto es muy apreciada en el mercado.

Así como los mexicanos en Cd. Juárez, capaces de sobrevivir y prosperar ante múltiples condiciones adversas, las dunas de mezquite prosperan y lucen verdes durante todo el año, transformando arena muerta y marrón en verdor y vida.

 “La opinión es responsabilidad de los autores y no representa una postura institucional”

Slider: Panorámica de las dunas de mezquite al sur de Ciudad Juárez. Cada montículo está formado por la copa de un árbol parcialmente enterrado por la arena desplazada por el viento. Fotografía: Alexandro Medina Chena.