¿Fauna nociva o coexistencia fallida?
Andrés M. López-Pérez y Daniel Mendizábal Castillo*
Como resultado de distintos conflictos humano-animal a través de la historia hemos etiquetado a muchas especies como especies nocivas debido a que estas representan una amenaza para nosotros y nuestros intereses. Dichas amenazas se basan en riesgos en la salud humana y afectaciones económicas y perdidas en la producción alimentaria.
Sin embargo, existen muchos matices dentro de estas especies, así como dentro de algunas consideradas como no nocivas, que resulta importante discutir y tomar en cuenta para entender que algunas de estas especies son consideradas nocivas erróneamente y que son más que sólo eso y así mejorar la forma en que nos relacionamos con el medio ambiente y las especies con que coexistimos
Esta pregunta nos lleva indiscutiblemente a una relación ancestral que se presenta alrededor del mundo: el conflicto entre humanos y animales. En nuestra historia estos conflictos suelen resultar en una aversión que termina en juicios donde los animales son sentenciados y declarados como plagas o nocivos, para finalmente ser objeto de campañas de control o exterminio.
Las especies nocivas son organismos que representan una amenaza principalmente para el humano y sus intereses, amenazas que resultan en conflictos directos o indirectos con estos individuos. En otras instancias estas especies particularmente se entienden como animales que pueden ser reservorios de agentes causantes de enfermedades. Ejemplos clásicos de estas especies son la rata, el ratón casero y la paloma, así como unos más diminutos como la cucaracha, la avispa o la termita, entre otros. Por tema de espacio no hablaremos de cada una de estas especies, pero profundizaremos en algunas de ellas.
Es bien sabido, que las sobrepoblaciones de ratas y ratones llegan a dañar propiedades, impactar la producción de alimentos y pueden representar un riesgo de salud pública. Se ha estimado que las sobrepoblaciones de ratones y ratas pueden ocasionar daños al 20% de la producción de comida del mundo lo que equivale a más de 30 billones de dólares, suma suficiente para que no exista argumento alguno, al menos no humano, que pueda salvarlos del banquillo de los acusados. Por otro lado, en cuanto al riesgo de salud pública tampoco se salvan, ya que diversos estudios reportan la existencia de al menos 53 diferentes agentes patógenos y vectores zoonóticos (transmitibles al ser humano) en las ratas y ratones de ciudad como son Toxoplasma gondii, Leptospira spp, Salmonella spp, y Yersinia pestis, esta última es la bacteria causante de la peste negra que ocasionó miles de muertes humanas en el siglo XIV.
No obstante, cabe resaltar que desde el punto de vista de riesgo epidemiológico la clasificación de fauna nociva no siempre les hace justicia a todas las especies e incluso a veces exime a otras a pesar de su riesgo, tal es el caso de las cucarachas y de nuestros fieles amigos los perros y gatos. Mientras que estos últimos son fuente comprobada de entre 30 y 40 patógenos zoonóticos, irónicamente en la tan odiada cucaracha, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (2008), no hay evidencia contundente que indique que estos insectos puedan ser una fuente de infección para humanos, y por el contrario se resaltó que el uso desmedido de insecticidas para aniquilarlas puede ocasionar más problemáticas. Esto pone de manifiesto que la manera en que juzgamos a las especies con las cuales coexistimos no siempre es la más justa. Características como el carisma y otros beneficios pueden hacer pasar por alto amenazas a la salud humana, y por el contrario la falta de estos atributos puede contribuir a que especies sean consideradas nocivas a pesar de carecer de pruebas contundentes sobre la amenaza que representan.
En muchas ocasiones, la enemistad que hemos generado con algunas de estas especies nocivas no nos permite entenderlas, coexistir y reconocer incluso los beneficios que nos han traído; tal como el papel que las ratas han tenido como fuente de alimento en el pasado, o el uso de los ratones como animales de laboratorio contribuyendo significativamente al avance de la ciencia y la procuración de la salud humana. Tampoco debemos de olvidar que la mayoría de las especies nocivas curiosamente deben su éxito y expansión a las actividades humanas y su sobrevivencia muchas veces radica en el aprovechamiento de nuestros desechos, hecho que probablemente en parte explique nuestro desagrado hacia ellos. Sin embargo, también hemos clasificado especies silvestres como nocivas, y en ocasiones de manera errónea han llegado a ser sacrificadas en favor de la salud, la economía y la producción alimentaria, tal como el caso del tejón europeo que sido sujeto a matanzas en números exorbitantes con el fin de controlar la tuberculosis en el ganado, sin lograr los resultados esperados debido al desconocimiento del sistema en cuestión.
Por lo antes expuesto y anticipando el debate que este tema pueda suscitar, esperamos antes que nada que este escrito ayude a reflexionar y repensar la forma que nos relacionamos con las especies y tener empatía con todas ellas, entendiendo que al final cada una ha hecho uso de las herramientas que la evolución y el medio les ha dado para adaptarse y sobrevivir, tal como nosotros lo hemos hecho.
"La opinión es responsabilidad de los autores y no representa una postura institucional"
*Red Biología y Conservación de Vertebrados